“Clama
en las esquinas de calles transitadas; a la entrada de la ciudad razona: ¿Hasta
cuándo, muchachos inexpertos, seguirán aferrados a su inexperiencia? ¿Hasta
cuándo, ustedes los insolentes, se complacerán en su insolencia? ¿Hasta cuándo,
ustedes los necios, aborrecerán el conocimiento?”. Proverbios 1: 21, 22 NVI
Tremendo…
¿Verdad?
Este
texto comienza diciendo que quien está clamando todo lo leído, es la sabiduría.
¿Filosofía?
En
absoluto, vida cotidiana.
Porque
aquí le estamos dando el nombre de sabiduría a alguien simbólico, que no es
necesario citar con nombres o apellidos, porque muy bien puede llamarse de una
u otra manera, de acuerdo con el sitio del mundo en el que lo podamos ubicar.
Puede
ser un hombre o una mujer, puede ser un anciano, un hombre adulto o un niño, da
exactamente igual.
Porque
la sabiduría de Dios, cuando llega y es aceptada, recibida y puesta por obra,
no reconoce edades, razas, condiciones sociales ni intelectuales.
Es
el final en la vida de un inexperto, de un insolente o de un necio.
Y,
al igual que sucede cuando alguien acepta a Jesucristo como Salvador y Señor de
su vida, también aquí con todo esto, hay fiesta en los cielos y coro de ángeles
alabando y glorificando a Dios.
Amén.
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